Un olor fatigaba nuestros sentidos. Lo había hecho desde mucho tiempo atrás. Fue base de relatos, razón de cantos de poetas y llanto de guitarras; no se dejó de mencionarlo. Por días y horas sólo se aspiraba el mismo aroma; aroma derramado del filo que decían liberador. Un día se dejó de respirar esa esencia; los libros ya no contaban, los poetas ya no cantaban a pesar de que la piel nunca mentía; pensábamos habernos acostumbrado a ese olor, pero nos dimos cuenta que había dejado de oler a sangre; ya olía a mierda.
P.A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario