Descripción del Blog

El Colectivo Estudiantil Ágora fue fundado en razón a la necesidad de construir criterios que problematicen los conflictos sociales, a partir del ejercicio intelectual. ¡Por esto y las innumerables razones que apremian nuestra conciencia, clamamos por la liberación de las ideas y el alto pensamiento crítico!

26 de junio de 2012

A propósito del 22º FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE MEDELLÍN



Tenía prisa

Ayer, perdí un país.
Tenía prisa,
y no me di cuenta cuando se me cayó
como una rama que se desprende de un árbol olvidadizo.
Por favor, si alguien pasa
y da con él,
quizás en una maleta
abierta al cielo,
o grabado en una roca
como una enorme herida,
o envuelto
en las cobijas de los inmigrantes,
o anulado
como un billete de lotería perdedor,
u olvidado inútilmente
en el Purgatorio,
o avanzando de prisa sin una meta
como las preguntas de los niños,
o levantándose con el humo de la guerra,
o rodando en un casco en la arena,
o robado en la lámpara de Ali Baba,
o disfrazado con el uniforme de un policía
que provocó a los prisioneros
y huyó,
o agachándose en la mente de una mujer
que trata de sonreir,
o disperso
como los sueños
de los nuevos inmigrantes en America.
Si alguien da con él,
devuélvamelo por favor.
Por favor devuélvamelo, Señor.
Por favor devuélvamelo, Señora.
Es mi país…
Tenía prisa
cuando lo perdí ayer.

Autora: Dunya Mikhail - Irak
Traductora: Doris Colorado- Colombia 

25 de junio de 2012

Espero disfruten la potente letra de esta Chilena...desde las lejanas tierras de La Costa Caribe, Animo, las cosas parecen cada día empeorar, pero ¿Quién nos dijo que la vida sería fácil?


18 de junio de 2012



“La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad”
John Donne


C

omprendemos la importancia de todos y cada uno de los individuos que hacen parte de nuestra sociedad; la muerte violenta que cercena los cursos naturales, significa un suceso de dolor y amargura. Todo ser es para nosotros trascendental, más cuando se trata de una persona. Defendemos, con firme convicción, aquel imperativo kantiano que reza “el hombre es un fin en sí mismo”. 

Nos cuestionamos, no tan sorprendidos; pues la realidad que vivimos nos da las respuestas y las hace ver “lógicas”: ¿Qué hace que la muerte de alguien tenga mayor resonancia que la de otro u otros?; ¿por qué hay más alarma y más estrépito, cuando alguien con alto cargo, poder económico o influencias políticas es víctima (rememoramos el “caso Colmenares”, tan difundido ahora) y desgracias colectivas quedan impunes o simplemente “no pasan en las noticias”? La vida no es cuantificable, no es un valor susceptible de equivalencias, proporciones, sumas o restas. ¿Harán quizá una jerarquización de la vida? ¿Querrán los medios de comunicación que en la cultura se adopten órdenes axiológicos determinados por el poder? ¿Aceptaremos, incautos, la imposición?

COLECTIVO ESTUDIANTIL ÁGORA

9 de junio de 2012

Y qué sentido tendría....

Salen por momentos del trajín del mundo, algunos seres osados que se atreven a "pensar" y pese al miedo que produce la duda se enfrentan al porqué de la vida y lo buscan por todas partes, aun cuando ya les han pintado un dios, una doctrina o un propósito establecido. Prescinden de ese dicho, no dicho, popular: "Quizá es mejor no cuestionarse y limitarse a vivir (para algunos afortunados el "disfrutar"), ¿porqué buscar algo que me dieron antes de nacer?, vivo porqué sí, y hay teorías científicas y cosmogónicas que lo respaldan; y eso basta para "liberarse" del problema"

Hay mayores afanes; mucho tiempo nos toma la pregunta de ¿cómo sobrevivir?, y cada vez se va complicando más: "hay que trabajar más duro, para conseguir lo mismo", para lo demás hay múltiples distractores. Es cómo el tiempo se va convirtiendo en una cadena (las manecillas del reloj te van dictando lo que debes hacer), y no hay de otra: "así es la vida ahora". Pero la cuestión del "sentido" es fundamental; sin aquella pregunta nos condenamos al automatismo y toda lucha se convierte en la absolutización de un dogma. Siempre será más fácil: vivir a lo que el mundo ofrezca o acogerse a un discurso y morir por él; a éste último no lo juzgo cuando es el producto de un discernimiento personal, cuando hay interrogación y crítica a la "pétrea verdad"; pero cuando se excluyen estas dudas y se toma como: todo dicho, todo cierto; sería tan fácil como delegar la búsqueda del sentido a otro, por ello: más fácil.

Sin respaldo académico, con el temor de que estas letras estén "fuera de lugar"; expongo que la vida ha de tener algún sentido y que cada quién le ponga su nombre y luche por ello hasta la muerte; pues sin eso (el sentido), vivir es menos: es tan sólo sobrevivir (y quizá éste tenga algún propósito: el de llegar a vivir).
Ahora, le pongo un nombre y me atrevo a preguntar:




¿Qué sentido tendría la vida, sin una Revolución?.




P. A.

LA DUDA Y EL DOGMA EN EL PENSAMIENTO CRÍTICO




“La duda es uno de los nombres de la inteligencia” Jorge Luis Borges


Uno de los productos de las peripecias del lenguaje y su función simbólica en el desarrollo social, ha sido el concepto “pensamiento crítico”. Es una de esas categorías grandilocuentes, de las cuales queremos apropiarnos quienes pretendemos, de una u otra manera, hacer política. Hemos erigido el pensamiento crítico como un valor fundante de cualquier propuesta socio-política, sea en su vertiente teórica o práctica; por ello, me he propuesto caracterizar aquella máxima, a través de dos conceptos que para estos efectos trataré como opuestos: la duda y al dogma.

La duda cartesiana es  una reflexión bastante ilustrativa y, desde mi punta de vista, congruente no sólo con el pensamiento crítico, sino con el conocimiento. Descartes postulaba la duda como un presupuesto metodológico del conocimiento – “la duda metódica”-: la investigación filosófica y el advenimiento de la verdad, debían estar mediados por la duda hasta de la existencia misma. Encontrar una verdad indubitable exigiría dudar de cuanta realidad y percepción se allegue a nuestros sentidos, de ahí el conocido aforismo: “Pienso, luego existo”.  Aquél loco imaginativo puso en duda hasta su existencia, encontrando no más prueba de esta, que la certidumbre del pensar.

La propuesta epistemológica en cuestión, debería –idealmente- llegar al encuentro de cada uno de nosotros con los problemas de la sociedad y del espíritu. El socialista tendría que dudar de las ventajas del estatismo y la viabilidad de un proyecto igualitario; el deísta estaría propuesto ha cuestionar incansablemente la existencia de un ‘Dios’, hasta llegar a la ‘verdad indubitada’ de la constatación divina; el hombre enamorado, estaría dispuesto a ‘autoinflingirse’ interrogantes, hasta desechar el miedo y abandonarse a tan maravillosa experiencia; y así… todos aquellos ejercicios del pensamiento –agobiantes, desde luego-, arrojarían la plenitud de una realidad reflexiva y feliz, por oposición a una realidad frívola y autómata. Esta es, en mi sano entender, una de las características distintivas del pensamiento crítico: la duda.

Ahora bien, un dique para nada despreciable en la fluidez del pensamiento y el ejercicio intelectual, es el dogma. En materia jurídica sería equiparable a “la presunción de derecho”, aquella que no admite prueba en contrario, así la más elemental noción de justicia  y capacidad de discernimiento desapruebe la presunción. No voy a poner en cuestión la función –quizá constructiva- que para el pragmatismo pueda tener, pero sí pretendo señalar lo dañoso que puede resultar para el ejercicio del pensamiento crítico.

Los dogmas, podrá decir algún defensor, son necesidades prácticas, pues poner en cuestión toda ‘verdad’, implica seguramente una regresión al infinito, ¿No es un dogma la existencia? ¿El entendimiento? ¿La humanidad? ¿El universo? ¿El lenguaje? Todos puntos de partida de tipo axiomático, premisas incontrovertibles – y además no constatadas-, que sin ser llevadas al límite del análisis, nos permiten hacer otro tipo de derivaciones, para desencadenar en la vana sensación de conocimiento. De acuerdo. Por ello he de advertir, que mi crítica al pensamiento dogmático no se ubica en una posición maximalista, que inclusive, podría llevarme a una crítica a su vez, con sabor dogmático, abnegada, rígida y ciega: el adalid de la duda seducido y perdido en el razonamiento pertinaz.

De cuando en vez, no viene a mal, poner en duda una que otra ‘verdad’, bien gestada por las fuerzas del establecimiento, o por la rebeldía sin causa.


Gonzalo.