“La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad”
John Donne
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omprendemos la importancia de todos y cada uno de los individuos que hacen parte de nuestra sociedad; la muerte violenta que cercena los cursos naturales, significa un suceso de dolor y amargura. Todo ser es para nosotros trascendental, más cuando se trata de una persona. Defendemos, con firme convicción, aquel imperativo kantiano que reza “el hombre es un fin en sí mismo”.
Nos cuestionamos, no tan sorprendidos; pues la realidad que vivimos nos da las respuestas y las hace ver “lógicas”: ¿Qué hace que la muerte de alguien tenga mayor resonancia que la de otro u otros?; ¿por qué hay más alarma y más estrépito, cuando alguien con alto cargo, poder económico o influencias políticas es víctima (rememoramos el “caso Colmenares”, tan difundido ahora) y desgracias colectivas quedan impunes o simplemente “no pasan en las noticias”? La vida no es cuantificable, no es un valor susceptible de equivalencias, proporciones, sumas o restas. ¿Harán quizá una jerarquización de la vida? ¿Querrán los medios de comunicación que en la cultura se adopten órdenes axiológicos determinados por el poder? ¿Aceptaremos, incautos, la imposición?
COLECTIVO ESTUDIANTIL ÁGORA
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