Descripción del Blog

El Colectivo Estudiantil Ágora fue fundado en razón a la necesidad de construir criterios que problematicen los conflictos sociales, a partir del ejercicio intelectual. ¡Por esto y las innumerables razones que apremian nuestra conciencia, clamamos por la liberación de las ideas y el alto pensamiento crítico!

1 de noviembre de 2012



¿A quienés ofende la palabra?

"A los incapaces de fervor,
a los que carecen de imaginación,
a los que jamás se hablaron a sí mismos,
a los que nunca administraron a las cosas el sacramento del bautismo,
a los que ignoran la comparación,
a los que pegan a las bestias y a los niños cuando no entienden sus miradas,
a los que no quieren ganar fama,
a los que temerían confesarse,
a los que siempre esperan la delación o la denuncia,
a los que no tiene caridad, a los impotentes,
a los que no saben qué hacer con la libertad,
a los temerosos de la justicia,
a los que no pueden trascender de la sensación a la emoción,
a los que nada tienen que decir a un árbol, a un cántaro o a una abeja,
a los que fastidia el silbo de un pájaro,
a los que cuando levantan el rostro a la noche no sienten sobre su piel el picotear de las estrellas,
a los que no escuchan las historias apasionadas que narran los leños en las chimeneas,
a los que se taponan los oidos para no oir los relatos del viaje del viento.
A los que no tienen Dios, ni amada, ni amigo, ni hijo, ni siquiera una bestia que les pida
con inundados ojos la caridad de una palabra.
A esos tales recurrió Burundún para organizar sus fuerzas punitivas.
La yesca de su violenta voluntad prendió fuego en el petrificado callo de los tartajosos
del espíritu.
Pero como a la ira ciega de los estólidos hay que ponerle una carnada suculenta, un estremecido cebo vivo,
a los incapaces de crear les autorizó el exterminio;
a los que no podrían emular les impartió autoridad;
a los impotentes en la amorosa conquista les bendijo la violación;
a los que tenían manchas en su origen les permitió que abozalarán a los limpios, 
a los que vivían en la zozobra espera de una condena les ofreció su remisión en el crimen;
a los fracasados les deparó la fría venganza contra los cabales."
  
                                                       Jorge Zalamea

*Fueron esos engendros aunque hoy parezca inverosímil, quienes por procuración del Estado colombiano y en su nombre, se enseñorearon de centros urbanos y Campos de Colombia, anegándolos de sangre de inocentes durante el fatídico cuatrienio que corrió entre 1949 y 1953.

Del libro  "historias en contravía"  de Alfredo Iriarte

16 de septiembre de 2012

Los demócratas NO debemos creer en “nuestras” instituciones.




En el marco de la Cátedra Pública organizada por la Universidad de Antioquia: “Tres caras del secuestro, tres caras de la libertad”, pude hacerle una pregunta a una de las grandes víctimas del conflicto armado de Colombia. Es víctima de los dos actores que hoy se sientan a hablar de paz; de dos de las corruptas y envilecidas fuerzas que empujan al país por el sendero de la injusticia y la miseria: Las FARC-EP y el Estado Colombiano. Pude hacerle una pregunta a Sigifredo López Tobón.

Sigifredo fue el único exdiputado del Valle que sobrevivió al secuestro -de 7 años- y a la masacre perpetuada por las FARC-EP el 18 de junio del 2007. Además sobrevivió, no sólo en lo físico, sino, lo que es más sorprendente, en lo mental, emocional y político a un segundo  secuestro no menos infame e indigno que el anterior; un secuestro en concurso con la afrenta más grande que ha sufrido en la vida el honor de López. Fue secuestrado, por segunda vez,  el 16 de mayo del 2012 por la Fiscalía General de la Nación acusado de cargos de toma de rehenes, perfidia, homicidio agravado y rebelión. Los medios grabaron su secuestro en vivo, a los colombianos nos tocó ver al hombre esposado y cabizbajo, custodiado por guachimanes del estado y reducido al nivel de “Don Berna”, “H.H”, “Jorge 40”, “Salvatore Mancuso” o “Ernesto Báez” (bueno, lo cierto es que algunos de estos salieron aplaudidos del congreso de Colombia, por lo que debo decir: a Sigifredo lo demonizaron más que al peor de los paramilitares). No obstante, nuestro sistema penal fracasó: tentativa inidónea.

Pensé, cuando fui descubriendo la historia de ese señor que era un desgraciado contra el cual se cometieron las injusticias entre las injusticias. No tuvo ocasión contra la guerrilla más vieja del continente, tampoco contra la oprimente, inextricable y laberíntica ley del Estado Colombiano. Pensé que una persona en sus circunstancias terminaría cargada de odio, dolor y resentimiento.

Lo anterior me llamó la atención y por eso quise preguntarle: Teniendo en cuenta el secuestro oficial del cual fue víctima, ¿Considera usted que podemos seguir creyendo en “nuestras” instituciones? ¿En nuestro gobernantes?

Desde luego que el “secuestro oficial” sufrido por el exdiputado no es el único fundamento de los dos interrogantes (basta pensar en las chuzadas del DAS, la “yidispolítica”, la “parapolítica”, los “falsos positivos”, la represión de la fuerza pública, el carrusel de la salud, las falsas desmovilizaciones, el fallido intento a la reforma de la ley 30, el fallido orangután de la reforma a la justicia, la teocracia del Ministerio Público, y un largo etcétera que acaece dentro y fuera del Congreso de los Ratones, dentro y fuera del Ejecutivo; y dentro y fuera de las “H”.  Altas Cortes), pero es la prueba más contundente que tenía al alcance de mi palabra.

Para ser justos, debo decir que Sigifredo dijo muchas cosas, inclusive cuestionó nuestro sistema penal y señaló la necesidad de reformarlo. Sin embargo, en esencia, sus argumentos iban todos dirigidos a defender la tesis de su reflexión: “los demócratas debemos creer en nuestras instituciones”.

Un demócrata es, a mi juicio, un hombre que cree en la democracia y la practica.

 La democracia como forma de organización política es inconcebible sin libertad e igualdad de los sujetos que participan en ella. La libertad tiene tantas implicaciones como definiciones caben de ella, pero en una democracia, la libertad es esencialmente poder pensar conforme a las propias ideas y convicciones;  pudiendo además, manifestarlas de manera pública, siendo respetado y escuchado.

El demócrata, en consecuencia, para ser tal no necesita más y no tiene más deberes que creer en la democracia y practicarla. Su pensamiento, su proyecto o sus creencias están fuera de discusión, si esta se dirige a otorgarle o disminuirlo en su ‘status’ democrático.

La tesis de que los demócratas tienen deberes ideológicos específicos para poder ser considerados como tales, está haciendo carrera en divergentes espacios políticos y múltiples corrientes de la política colombiana, es imperativo rebatirla. Ésta, indudablemente se está convirtiendo en una efectiva estrategia, para moldear las conciencias so pena de estigmatizarlas como anti-democráticas (es una de las "luchas por los significados") . Y hoy, como se sabe, en materia política la democracia es un dogma, quien no crea o diga creer en ella está “out”, y es tenido como sujeto de dudosa honorabilidad cívica.

El deber ideológico de creer en nuestras instituciones, que se traduce en creer en el estado y la ley que nos gobierna, es falaz. Es una postura que los filósofos del derecho suelen llamar “legalismo ético”, y se deriva de una confusión del ser y del deber ser, o de la moral y el derecho, respectivamente. En palabras llanas expresa la creencia de que del estado y de la ley, por ser tales (“por ser vos quién sois” como diría el maestro Tulio Chinchilla), se siguen deberes morales de obediencia y sumisión. Tal planteamiento, como salta a la vista, va en contravía de cualquier pensamiento y convicción libertaria.

La experiencia política nacional tanto pasada como presente impone como mínimo, un deber intelectual de desconfianza o duda. Los demócratas NO debemos creer en “nuestras” instituciones, Sigifredo.

17 de agosto de 2012

Desde la calle



Tiene ocho años, la ropa rota y la cara sucia, pero en ella una sonrisa impecable. El brillo de sus ojos pinta de todos los colores ese lúgubre mundo que los atraviesa y que es recreado en su mente tejiendo una realidad más amable. Así, se disfraza de nube con el humo de los autos para camuflarse en el paisaje, y se divierte al ver que su presencia no es percibida por los transeúntes.

En las tardes se entretiene con burbujas, esas en las que se encierra la gente para aislarse del que sufre y conservar la comodidad. Luego juega a ser grande y a trabajar, pero pronto se aburre y prefiere imaginar que puede jugar.



Cuando llega la noche a  veces sueña, inclusive mientras duerme, y en sus sueños se repite constantemente una imagen que, al igual que toda su historia, no entiende pero tampoco olvida.

Han sido ocho años dibujados al margen de lo que en una sociedad llaman derechos, pero aún así ocupan un lugar importante en el mantenimiento de esa forma de sociedad, pues han transcurrido en la base de lo que hace posible la existencia de privilegios: la pobreza. No hablo precisamente de los privilegios de grandes y millonarios empresarios, me estoy refiriendo a los privilegios de un ciudadano común. Sí, porque todos tenemos derechos pero éstos mutan a privilegios para aquel que logra leerlos en su cotidianidad y no sólo en un papel.

En las tardes algunas veces recibe pan, pero nunca ha recibido respuestas. Aquellos inacabables porqués de un pequeño que apenas empieza a tomar conciencia en la comprensión de su entorno, esta vez han permanecido y han empezado a pesar, a doler.

Posiblemente parezca que describo algo que diariamente sucede en las calles, pero no es ese mi propósito, lo que intento es describir algo que a diario sucede en los corazones. Busco poner en estas letras el espejo de una sociedad indiferente, porque no entiendo cómo pueden existir tantos analfabetas que no saben leer lo que se esconde tras el rostro de quien sufre.

Quizás si existe un destino, pero quizás no. Tal vez podemos hacer algo, tal vez somos los únicos que pueden hacer algo, tal vez afuera nos estén esperando.


María Botero Mesa

15 de agosto de 2012

EL LIBRO DETRAS DEL ESPEJO


(…)




Y el limite a su imaginación siempre fue su eterna conciencia , agobiado por la incesante realidad ya no quería mirar hacia atrás; no creía en el hoy por que siempre ha sido el niño tonto del calendario, ese mismo que pasa inadvertido todo el tiempo, cabizbajo y sin oportunidad de reacción; no puede comprender un mundo mejor porque sencillamente no puede dibujarlo, así cual pintor que tira y tira trazos en el lienzo y se da cuenta que entre línea y línea no hay nada nuevo: dos líneas paralelas ha trazado, gira el lienzo 90 grados y ve dibujada una caja vacía, de nuevo lo gira 90 grados y parece ver un rectángulo inacabado, ¡oh sorpresa![1] Cuando gira el lienzo nuevamente y la maldita caja vacía vuelve a aparecer, hoy ha perdido nuevamente.

Un día nuevo comienza, se levanta de su cama trastabillando, al parecer, producto del esfuerzo que significa empezar de cero nuevamente, pasa por el corredor y, como todos los días, se para frente a un espejo grande y viejo, con marco de madera fina ya deteriorada por el imparable paso del tiempo, pero el reflejo sigue siendo el mismo: hay una mesa y sobre esta, un libro grande que parece apuntar hacia una salida, en la salida hay una puerta de roble que le dice que debe salir, que no puede esperar a que el mundo entre, salude y sonría , pues, cuando esto suceda ya será demasiado tarde y no habrá marcha atrás, un mundo que no admite rectángulos inconclusos ni mucho menos cajas vacías; ese mundo será el significado que se le atribuya a las palabras silenciosas que ha pronunciado el libro detrás del espejo.






[1] Visiten www.ohsorpresa.com, y verán el mundo del individuo que deseo representar.

23 de julio de 2012

No podemos llamar Paz al silencio reinante después de la guerra.


“La violencia habrá de prevalecer contra la violencia solamente cuando alguien me pueda probar que el modo de terminar con la oscuridad es con más oscuridad”Gandhi




No encontramos novedosas las ideas de retribución y venganza. Hoy no entendemos como razonable la irreflexiva idea de que es legítimo devolver ‘mal por mal’. Todo lo contrario: el anacronismo reaccionario, que recuerda sociedades primitivas, y escandalosas filosofías teológicas o políticas, no cabe en un proyecto de humanización de las relaciones sociales. Pocos discuten hoy, que el egoísmo patente en los modelos económicos dominantes y en las instituciones políticas que garantizan desigualdad y crisis, urge a las sociedades a construir un cambio conjunto, solidario y fraternal, que entienda como fin último de la existencia la felicidad humana.


Hartos ya, de mordernos la cola en círculos viciosos que nos conducen en un camino sin fin hasta la muerte, rechazamos la idea históricamente fracasada y lógicamente falaz, de que la forma de acabar con la guerra es con más guerra, de que la violencia se erradica con la violencia, parafraseando a Gandhi: de que la oscuridad se termina con más oscuridad. Locura es, decía Einstein, “hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados". Nosotros –quizá pecando de pretensiosos-, anhelamos dejar de lado esa locura, buscando diferentes alternativas políticas para arribar con mayor grado de certeza a estados sociales de justicia y dignidad. Pensamos y escribimos, con indeleble convicción, que el complejo social de hambre, egoísmo y miseria sólo será superado a través del entendimiento mutuo; entendimiento que no supone homogeneización sino reconocimiento de las diferencias, que mediante el diálogo, el conocimiento, la cultura y el amor fraterno debe remplazar el campo de batalla por el campo de debate.



Colectivo Estudiantil Ágora

26 de junio de 2012

A propósito del 22º FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE MEDELLÍN



Tenía prisa

Ayer, perdí un país.
Tenía prisa,
y no me di cuenta cuando se me cayó
como una rama que se desprende de un árbol olvidadizo.
Por favor, si alguien pasa
y da con él,
quizás en una maleta
abierta al cielo,
o grabado en una roca
como una enorme herida,
o envuelto
en las cobijas de los inmigrantes,
o anulado
como un billete de lotería perdedor,
u olvidado inútilmente
en el Purgatorio,
o avanzando de prisa sin una meta
como las preguntas de los niños,
o levantándose con el humo de la guerra,
o rodando en un casco en la arena,
o robado en la lámpara de Ali Baba,
o disfrazado con el uniforme de un policía
que provocó a los prisioneros
y huyó,
o agachándose en la mente de una mujer
que trata de sonreir,
o disperso
como los sueños
de los nuevos inmigrantes en America.
Si alguien da con él,
devuélvamelo por favor.
Por favor devuélvamelo, Señor.
Por favor devuélvamelo, Señora.
Es mi país…
Tenía prisa
cuando lo perdí ayer.

Autora: Dunya Mikhail - Irak
Traductora: Doris Colorado- Colombia 

25 de junio de 2012

Espero disfruten la potente letra de esta Chilena...desde las lejanas tierras de La Costa Caribe, Animo, las cosas parecen cada día empeorar, pero ¿Quién nos dijo que la vida sería fácil?


18 de junio de 2012



“La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad”
John Donne


C

omprendemos la importancia de todos y cada uno de los individuos que hacen parte de nuestra sociedad; la muerte violenta que cercena los cursos naturales, significa un suceso de dolor y amargura. Todo ser es para nosotros trascendental, más cuando se trata de una persona. Defendemos, con firme convicción, aquel imperativo kantiano que reza “el hombre es un fin en sí mismo”. 

Nos cuestionamos, no tan sorprendidos; pues la realidad que vivimos nos da las respuestas y las hace ver “lógicas”: ¿Qué hace que la muerte de alguien tenga mayor resonancia que la de otro u otros?; ¿por qué hay más alarma y más estrépito, cuando alguien con alto cargo, poder económico o influencias políticas es víctima (rememoramos el “caso Colmenares”, tan difundido ahora) y desgracias colectivas quedan impunes o simplemente “no pasan en las noticias”? La vida no es cuantificable, no es un valor susceptible de equivalencias, proporciones, sumas o restas. ¿Harán quizá una jerarquización de la vida? ¿Querrán los medios de comunicación que en la cultura se adopten órdenes axiológicos determinados por el poder? ¿Aceptaremos, incautos, la imposición?

COLECTIVO ESTUDIANTIL ÁGORA

9 de junio de 2012

Y qué sentido tendría....

Salen por momentos del trajín del mundo, algunos seres osados que se atreven a "pensar" y pese al miedo que produce la duda se enfrentan al porqué de la vida y lo buscan por todas partes, aun cuando ya les han pintado un dios, una doctrina o un propósito establecido. Prescinden de ese dicho, no dicho, popular: "Quizá es mejor no cuestionarse y limitarse a vivir (para algunos afortunados el "disfrutar"), ¿porqué buscar algo que me dieron antes de nacer?, vivo porqué sí, y hay teorías científicas y cosmogónicas que lo respaldan; y eso basta para "liberarse" del problema"

Hay mayores afanes; mucho tiempo nos toma la pregunta de ¿cómo sobrevivir?, y cada vez se va complicando más: "hay que trabajar más duro, para conseguir lo mismo", para lo demás hay múltiples distractores. Es cómo el tiempo se va convirtiendo en una cadena (las manecillas del reloj te van dictando lo que debes hacer), y no hay de otra: "así es la vida ahora". Pero la cuestión del "sentido" es fundamental; sin aquella pregunta nos condenamos al automatismo y toda lucha se convierte en la absolutización de un dogma. Siempre será más fácil: vivir a lo que el mundo ofrezca o acogerse a un discurso y morir por él; a éste último no lo juzgo cuando es el producto de un discernimiento personal, cuando hay interrogación y crítica a la "pétrea verdad"; pero cuando se excluyen estas dudas y se toma como: todo dicho, todo cierto; sería tan fácil como delegar la búsqueda del sentido a otro, por ello: más fácil.

Sin respaldo académico, con el temor de que estas letras estén "fuera de lugar"; expongo que la vida ha de tener algún sentido y que cada quién le ponga su nombre y luche por ello hasta la muerte; pues sin eso (el sentido), vivir es menos: es tan sólo sobrevivir (y quizá éste tenga algún propósito: el de llegar a vivir).
Ahora, le pongo un nombre y me atrevo a preguntar:




¿Qué sentido tendría la vida, sin una Revolución?.




P. A.

LA DUDA Y EL DOGMA EN EL PENSAMIENTO CRÍTICO




“La duda es uno de los nombres de la inteligencia” Jorge Luis Borges


Uno de los productos de las peripecias del lenguaje y su función simbólica en el desarrollo social, ha sido el concepto “pensamiento crítico”. Es una de esas categorías grandilocuentes, de las cuales queremos apropiarnos quienes pretendemos, de una u otra manera, hacer política. Hemos erigido el pensamiento crítico como un valor fundante de cualquier propuesta socio-política, sea en su vertiente teórica o práctica; por ello, me he propuesto caracterizar aquella máxima, a través de dos conceptos que para estos efectos trataré como opuestos: la duda y al dogma.

La duda cartesiana es  una reflexión bastante ilustrativa y, desde mi punta de vista, congruente no sólo con el pensamiento crítico, sino con el conocimiento. Descartes postulaba la duda como un presupuesto metodológico del conocimiento – “la duda metódica”-: la investigación filosófica y el advenimiento de la verdad, debían estar mediados por la duda hasta de la existencia misma. Encontrar una verdad indubitable exigiría dudar de cuanta realidad y percepción se allegue a nuestros sentidos, de ahí el conocido aforismo: “Pienso, luego existo”.  Aquél loco imaginativo puso en duda hasta su existencia, encontrando no más prueba de esta, que la certidumbre del pensar.

La propuesta epistemológica en cuestión, debería –idealmente- llegar al encuentro de cada uno de nosotros con los problemas de la sociedad y del espíritu. El socialista tendría que dudar de las ventajas del estatismo y la viabilidad de un proyecto igualitario; el deísta estaría propuesto ha cuestionar incansablemente la existencia de un ‘Dios’, hasta llegar a la ‘verdad indubitada’ de la constatación divina; el hombre enamorado, estaría dispuesto a ‘autoinflingirse’ interrogantes, hasta desechar el miedo y abandonarse a tan maravillosa experiencia; y así… todos aquellos ejercicios del pensamiento –agobiantes, desde luego-, arrojarían la plenitud de una realidad reflexiva y feliz, por oposición a una realidad frívola y autómata. Esta es, en mi sano entender, una de las características distintivas del pensamiento crítico: la duda.

Ahora bien, un dique para nada despreciable en la fluidez del pensamiento y el ejercicio intelectual, es el dogma. En materia jurídica sería equiparable a “la presunción de derecho”, aquella que no admite prueba en contrario, así la más elemental noción de justicia  y capacidad de discernimiento desapruebe la presunción. No voy a poner en cuestión la función –quizá constructiva- que para el pragmatismo pueda tener, pero sí pretendo señalar lo dañoso que puede resultar para el ejercicio del pensamiento crítico.

Los dogmas, podrá decir algún defensor, son necesidades prácticas, pues poner en cuestión toda ‘verdad’, implica seguramente una regresión al infinito, ¿No es un dogma la existencia? ¿El entendimiento? ¿La humanidad? ¿El universo? ¿El lenguaje? Todos puntos de partida de tipo axiomático, premisas incontrovertibles – y además no constatadas-, que sin ser llevadas al límite del análisis, nos permiten hacer otro tipo de derivaciones, para desencadenar en la vana sensación de conocimiento. De acuerdo. Por ello he de advertir, que mi crítica al pensamiento dogmático no se ubica en una posición maximalista, que inclusive, podría llevarme a una crítica a su vez, con sabor dogmático, abnegada, rígida y ciega: el adalid de la duda seducido y perdido en el razonamiento pertinaz.

De cuando en vez, no viene a mal, poner en duda una que otra ‘verdad’, bien gestada por las fuerzas del establecimiento, o por la rebeldía sin causa.


Gonzalo.

15 de mayo de 2012

¿EL DIPUTADO RODRIGO MESA HABLA DESDE LA POLÍTICA O HABLA DESDE ARGUMENTOS RACISTAS?

El pasado 08 de mayo del presente año, el diputado Rodrigo Mesa en discusión sobre el Plan de Desarrollo  del departamento de Antioquia expresó: “La plata que uno le meta al Chocó es como meterle un perfume a un bollo”.
Aunque hoy sea 15 de mayo de 2012 y hayan transcurrido 7 días de aquélla declaración, creo que no es tarde para hacer un pronunciamiento personal al respecto.

El artículo 20 de nuestra constitución consagra: ¨Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación.
Estos son libres y tienen responsabilidad social. Se garantiza el derecho a la rectificación en condiciones de equidad. No habrá censura.¨

El principio libertad de expresión no puede seguir siendo la justificación para el racismo, y por eso hoy planteo la pregunta de si la declaración del diputado hace parte de un discurso político o si por el contrario, es muestra de la utilización de argumentos racistas. Es que me parece inadmisible que un ciudadano que hace parte de la política del país y tiene un compromiso no sólo con la región que gobierna sino también con un país, emita este tipo de pronunciamientos tan despectivos e irrespetuosos. 

Yo creo que la solución para el problema del racismo no es demostrarle respeto a una población porque hace parte de un partido político, y lo digo sin exagerar porque éste fue el argumento del presidente del partido Liberal Simón Gaviria hace algunos días mientras daba una entrevista para un noticiero. Simón Gaviria afirmaba que había que pedirle disculpas al departamento del Chocó porque era abiertamente liberal.
Es que si el respeto a una región o grupo étnico va estar condicionada por la pertenencia a un partido político, entonces la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los derechos consagrados en nuestra Carta Política nunca habrían existido o lo que sería peor jamás serán eficaces.
Mi posición frente a la declaración del diputado es de total rechazo, porque en cualquier espacio –no solamente en la política- los discursos deben estar presididos por el respeto, la igualdad y la tolerancia.

Invito a que este tipo de discusiones no tomen importancia únicamente cuando los medios les den protagonismo en sus titulares o portadas, y que enriquezcamos la educación familiar y académica con temas como el respeto y la tolerancia ya que en cualquier credo, doctrina, teoría, espacio, partido político y aficiones siempre nos deben acompañar.
                                                    
                                                                                              LUDIS PALACIOS



14 de mayo de 2012

¿Y qué tal, si somos los mismos?



Doloroso que en Colombia todo tenga que ser de la misma manera; 
en la mañana "los unos" en la tarde "los otros"; 
hoy unos, mañana otros, 
"los unos", los del establecimiento; "los otros" los de los sueños, los de la nada. 
A la larga los mismos,
los hijos del mismo y funcionales a los mismos (a ellos), a los poderosos, a los no humanos, 
a los que programan el hambre y financian la guerra, 
a los que de una u otra forma rinden culto a la muerte y al dolor; 
sí, al dolor, al dolor de las madres, esposas, hijos, hermanos, amigos;
al dolor de todos. 
Porque la muerte o desgracia de una sola persona debe dolernos a todos, disminuirnos a todos,
a quienes pretenciosamente nos decimos "humanos".


Esperen, tal vez me equivoco, 
tal vez el lenguaje me presenta una mala jugada;
tal vez no es pretensión llamarnos humanos y simplemente es esa la característica por antonomasia de lo humano,
es decir; 
tal vez no haya nada más humano que la capacidad que tenemos de infligir dolor,
de disponer y utilizar innumerables herramientas y técnicas para causar muerte y destrucción de la manera mas premeditada, “institucionalizada” y alevosa posible.

Definitivamente, “lo humano” ya no es más, 
el Ser dotado de razón,
capaz de sentir y conmoverse frente al dolor y el sufrimiento humano, 
capaz de regirse por valores como la solidaridad, el bien común o la capacidad de vivir armónicamente con el medio ambiente sin necesidad de sacar a relucir la falsa creencia de ser superiores y llamados a dominar la naturaleza.


Cuando digo: –“lo humano” ya no es más” --, nuevamente el lenguaje me da alas, alas que no me dejan volar, 
alas que me recuerdan en sus ráfagas de viento que el humano que describí,
ya no es más
y lo peor de todo es que tal vez nunca fue 
que la descripción hecha corresponde 
al “humano” que anhelamos, 
al humano que debería (consideración personal) ser denotado con el concepto humano,
al humano que queremos construir, si es que se construye.


Solidaridad con "los unos" y con "los otros" 
con los de hoy y los de mañana. 
Dolor por el dolor de los que lo sufren y mucho más dolor por la indiferencia de los que no lo sienten; 
dolor por el dolor de una nación despedazada y humillada por (ellos) pero más humillada por la incapacidad de (nosotros), "los buenos”;
los que creemos que no somos ni “los unos” ni “los otros” y que ni con los unos y los otros nos percatamos de que somos “los mismos”.



* Dedicado a los Soldados, policías, guerrilleros, paramilitares, estudiantes, sindicalistas, defensores de derechos humanos, campesinos, indígenas y demás personas que a diario mueren en ésta guerra fratricida que no entendemos pero que sufrimos.

**Pido perdón por no hablar de los muertos del ayer, por no reivindicar su memoria, por no traerlos en el recuerdo, por no revivirlos. Pero tal parece que nuestra egolatría no nos permite conocer el pasado, somos inmediatistas y la única historia que nos interesa es la que construimos, o mejor dicho destruimos nosotros mismos. Esto es un grito de dolor un llamado de atención, un ¡Basta ya!, un no más muertos hoy, un no más muertos mañana. 


Politicrisis

16 de abril de 2012

“Ladran Sancho, señal que cabalgamos”


No sé por qué se le ha dado tanta importancia a la movilización estudiantil de finales del 2011 en Colombia, si hoy, a varios meses de lo acontecido, todo sigue como si nada. Mientras duró el movimiento llegamos a suponer que habíamos hecho retroceder al gobierno, que le obligamos a aplazar su proyecto de reforma, por lo menos, unos meses más y que si “ladraban” –decíamos como don Quijote- era porque en algo les asustaba nuestras movilizaciones. Pero, siendo sinceros, nos oponíamos a un papel cuando esta reforma no era nada más que la leguleyada de la realidad que hoy padecemos, con algunos agravantes más.

Desde afuera del movimiento estudiantil sin duda que se tiene otra perspectiva de lo acontecido (habría que preguntarle al “comité vacaciones[1]”). Mucha gente sintió y se unió a la algarabía a causa de una reforma nefasta, las marchas carnavalescas por las calles de las principales ciudades colombianas; a otros les incomodó las “pintas” y el ruido de los “petos”, despertándoles sus rancios moralismos; otros comprendieron la importancia de la educación superior, pero, fundamentalmente, la necesidad de defender las Universidades Públicas; y mientras que otros derramaron lágrimas, al ver estudiantes abrazando a los “tombos”, muchos nos enfurecimos de indignación.

Es que los estudiantes, encontramos formas, verdaderamente, nuevas de hacernos escuchar y de poner en la palestra pública el cuestionamiento por el sentido de la educación en el país -no tanto como quisimos algunos pero que resonó, resonó-. Con esto no me estoy refiriendo al abrazo a los tombos, ni al espectáculo trágico-cómico que significó la vocería de la MANE, ni mucho menos a la influencia mediática, ni pretendo que se considere al movimiento estudiantil desde la óptica de los nuevos movimientos sociales. Me refiero, esencialmente, a la iniciativa del estudiantado por emprender una labor pedagógica en pro de la defensa de la educación pública: idas a los colegios, a las comunidades, el sacar la universidad a las calles, puestas en escenas en espacios públicos –performance o el inusual flashmob-, canciones y la innumerable información re-significada que circuló por la red.

Es innegable que hubo muchas formas de manifestarnos, en eso no se escatimó esfuerzo ni creatividad, pero para frustración de muchos, que vivimos el proceso desde adentro, no se alcanzó mayor cosa en términos organizativos. Es por eso que no le damos mayor importancia al proceso. Porque de dónde debió haber surgido un estudiantado más consciente y organizado, unido en una plataforma común –de coordinación- resultaron divisiones, rencillas y los viejos vicios de la política colombiana, que supieron manejar la escena del debate.

Lo más ingenuo de todo fue llegar a comparar el movimiento con el que se vivió en el 71. Pero lo paradójico del caso, es que los acreedores de dicha ingenuidad fueron los que participaron como estudiantes de aquel movimiento histórico. Y fue una ingenuidad, que se identifica haciendo un balance histórico, porque fueron estudiantes que se pararon firme y decididos hacer respetar unos sueños de universidad. Mientras allá, no dudaron en invertir el tiempo que fuera necesario para hacer respetar su programa mínimo, acá muchos lloriqueaban porque el paro les estaba quitando tiempo, plata y “violando el derecho a la educación”. Pero está ingenuidad no es fortuita, muchos tendieron a pensar que porque hubo mucha gente en las calles, que eso lo hacía merecedor de una distinción histórica. Pero hoy, lo que parece darnos la razón, es que a un movimiento fuerte no lo hace la masa sino el grado de organización y de consciencia que alcance.

Hay que decir, claramente, que este fue un movimiento que llegó a reivindicar valores capitalistas. O dicho de otra forma, llegó a alabar y reclamar que se le pegara con el mismo garrote, pero bien pegado. Esto lo digo, por la exigencia que sobresale en el programa mínimo de “calidad académica”. Todos sabemos que esto es un concepto propio de las empresas para evaluar las distintas mercancías, y que si se quiere extrapolar a la educación es porque ya se le concibe como mercancía. Acá, como lo apuntaba el profesor Renán en una de sus tantas conferencias, no podemos caer en esta lógica, hay que hablar más bien de “educación digna”.

A las organizaciones estudiantiles que si bien fueron impulsoras del movimiento también se les debe reclamar el retardar las formas de organización que pujaron por nacer durante el paro. Mientras que los integrantes de estos grupos se casaron con una forma de organizarse, restándole mayor importancia a la democracia directa -las asambleas por semestre, departamentos, por facultades y por universidades-. A toda hora tendientes a la centralidad. Otros de sus miembros más sonados percibieron el momento como la oportunidad de ascenso en la carrera política. Lo que demostraron algunas de estas personas es que hay una gran falta de humildad, para reconocer que ellos son participantes del proceso histórico y no la vanguardia por su militancia partidista, y, por otro lado, de compromiso desinteresado, todo en pro del bien y la construcción colectiva.

¿Y qué se viene ahora para nosotros, para el movimiento estudiantil? Todo. Esta vez no le podemos dar la espalda a la historia, hay que atacar de frente la historia, ponerle la cara, carnecita y compromiso a los procesos históricos. Ojalá que muchos de los que hoy se forman como profesores, no tengan que cargar con la vergüenza, con la infamia, de hablar de revoluciones, de vanagloriarse ideológicamente o de callar intelectual o estúpidamente mientras no fueron capaces de defender la universidad pública. Esperemos que después haber pasado por los históricos muros de la Universidad Pedagógica Nacional, que cargan con un pasado de lucha y resistencia, ellos, después de haber crecido 5 años en esta universidad, no piensen de una manera tan visceral y lacónica, bajo la ideología de “me importa un culo”, que no tuvieron tiempo.
Ferney Quintero Ramírez
Estudiante Lic. Ciencias Sociales
Universidad Pedagógica Nacional



[1] Mofa surgida dentro del paro, para referirse a los estudiantes que no se aparecieron ni una vez por la Universidad.

28 de marzo de 2012

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Qué será de las palabras que no diremos,
¿atravesarán el miedo, el olvido, la indiferencia...
en otras bocas, en otras manos?
¿Construirán quizá los sueños que no luchamos,
los cantos que no gritamos,
el mundo que no pintamos...?

¿Existirá un lugar donde lleguen
las cartas de Amor que no escribimos,
la sangre del odio que no escupimos,
el atardecer que nunca eternizamos...?

¿Caminaremos siempre a cuestas
de un pasado mal librado;
moriremos por una guerra
panfletaria, ignorante
de la fuente del letargo?

O estaremos vivos para decirlo,
despiertos para creerlo,
delirantes para enfrentarlo.

-

¿Qué tal si nos quedamos quietos?
y no somos la marea
sino el malecón...
y dejamos que nos maleen
con el tiempo y las olas;
y nos convertimos en nosotros:
en los otros; los del otro lado...

¿Qué tal si callamos
otro día, otra noche...?
tanto que olvidemos
nuestro nombre,
nuestra voz,
nuestro llanto...
y nos convirtamos
en silencio enquistado;
y nos relaten como
cuento mal contado.

¿O creamos un pasadizo
donde nos perdamos
también nosotros... ?
y dialécticamente
nos deshojamos
como dialécticamente
nos revestimos...
y no ignoramos
la bomba atómica
y esas jodas
(qué son hijodeputamente ciertas);
sino que inventamos
una mierda parecida a esas.

Entonces habremos inventado la muerte;
no la del descanso, no la de la nada, no la de otra vida.
Habremos inventado el silencio;
no el del sosiego, no el de la briza, no el de la calma.

Habremos inventado la desesperanza;
porque en esa si creemos.
Y un infierno para cada mundo.
Hambre para el sur,
Cefalea para el norte...
Brújulas y fronteras
para todos que somos tontos.

-

¿Qué tal si decimos
lo que no diremos...
así sea a tientas,
a gatas... ?
Y movemos el universo
así sea una estrofa,
e inventamos la vida;
pero no la finita
sino la del primer beso*.


*("porque somos todos mortales hasta el primero beso y el segundo vaso, y eso lo sabe cualquiera, por poco que sepa." E. Galeano)


P.A.

1 de marzo de 2012

Carta de Amigo*

Agoristas, ¿ Para qué estas líneas cuando el que abra esta página no las necesitará, cuando el que entre en su poesía va a encontrarlos de pies a cabeza, con sus voces y sus palabras y su tierra y su destierro?

Digamos que no creo en los prólogos, pero en cambio creo en la amistad y por eso a lo largo de los años he acompañado a muchos amigos artistas y poetas en sus aventuras de papel y de tela y de arcilla; como juntarse para vagar por las calles de la ciudad, charlando entre café y café, entre cigarrillo y cigarrillo. Nunca hablé de ellos sino con ellos, nunca prologué nada pero sí estuve cerca, hombro contra hombro cuando el corazón me decía simplemente: dale.

Por eso vuelvo hoy con ustedes, porque su poesía es Colombia y eso quiere decir que es de muchos además de ustedes, y en esos muchos me incluyo porque seré siempre Colombiano, Suramericano, Latinoamericano y sobre todo Caribeño (mas que costeño) y todo lo que ustedes quieran mientras sea América Latina. A más de uno se les fruncirá la nariz patriótica (algún no agorista), pero no le hagan caso; en todo nacionalista duerme un fascista, está probado. No le hagan caso, agoristas, vámonos por las calles cantando y hablando de esa Medellín que conocimos juntos; cuando eramos chiquitines (lo somos todavía), a lo mejor nos cruzamos en una esquina y nos miramos, en el bloque 14 agenda en mano, bolso en la espalda cada uno con sus sueños.

Verán mis compañeros agoristas, Medellín y yo somos una vieja amistad (anécdotas diría), con decirles que en esos días yo escribía todo el tiempo poemas y tengo uno donde se habla nada menos que de las tardes de tertulia en el campus de la UdeA, otro sobre el ocio de los ociosos y muchos sobre el paisaje montañoso de esa su hermosa ciudad. No pongan esa cara, nunca los publiqué, eran mis cartas de amor porque estaba, estoy y estaré enamorado de Medellín - de sus chicas por cierto -  y eso se guarda en secreto. Pero se los cuento para que sientan todavía más por qué su tierra es la mía, por qué estuve con ustedes el día en que llegó la hora de estar (juntos en la Plazoleta Barrientos), aunque otros se hayan quedado en casa, por qué me gusta acompañarlos en esta misma página donde ahora mismo voy a irrumpir su poesía, su voz, su pueblo. Ahora mismo, Agoristas, porque llegamos a una esquina y yo me despido. Sigan juntos, creo deben seguir juntos; de mi parte estaré siempre pendiente en la distancia de ustedes. Nos vemos, amigos.

*Adaptación de un cuento de Julio Cortázar, que se encuentra en Papeles Inesperados.


AeromeroB

16 de febrero de 2012

Reconstrucción histórica en búsqueda de la negación de lo impuesto


 “Durante la época de la colonia los pueblos indígenas ubicados en el valle de aburra deciden de manera pacífica ceder la tierra que cuidadaban, cultivaban y amaban, solo con el fin de que la sangre de su pueblo no se derramara sobre su madre naturaleza.
Decidieron hacerlo de la manera más espiritual que podían hacerla, lloraron su tierra, sollozos lanzaron al aire por entregar su ser más preciado, sin embargo prefirieron conservar su vida, sus creencia, costumbres y cosmogonías para que estas no murieran en manos blancas europeas.
El sitio del Jordán No quisieron venderlo, permutarlo, hipotecarlo ni realizar ninguna otra manía ideada por el blanco para olvidar su madre, una madre que el blanco considera cosa y no alma como lo hacen los grupos indígenas colombianos.
Lo anterior por esa ingenua pero bárbara idea de progreso, que el hombre occidentalizado quiere alcanzar, en donde los principios se olvidan, y solo se piensa en el bienestar propio, dejando a un lado el equilibrio eterno del espíritu y el cuerpo; olvidando las fuerzas del bien y del mal, el hombre blanco cree que progreso es el futuro, es adelante, sin imaginarse que el progreso no existe, progresar debería ser caminar pisando las huellas de los ancestro donde la historia y el tiempo son como un caracol que va en espiral donde el pasado esta adelante mostrándonos la vida de los viejos, de los ancianos, siempre iluminándonos con su infinita sabiduría.
Por eso los grupos indígenas hoy piden que no olviden que la tierra es  madre, que en ella los pueblos construyen sus vidas y fortalecen sus creencias, es en la tierra donde se preserva la cultura y es por ello que manifiestan la necesidad de crear en el Jordán el sitio perfecto para recordar la creencias, crear las nuevas, donde se celebre la vida y se proteja la esencia  y no condenarnos a una tierra de infinito olvido”.  Julián Mazo Bedoya (para muestra teatral epifanía del Jordán 2012)
El anterior texto solo tiene la intención de movilizar, a quien se interese por leerlo, de mover sus estructuras, inquietar, autocuestionarse, sobre sus bases fundamentales, las ideas inherentes a él, por ser parte de una sociedad que absorbe, que nos consume y nos enajena para ella.

Cansado de ver como los discursos alrededor de las formas de hacer historia han pervertido la construcción colectiva sobre la configuración de sus creencias, usos sociales y costumbres más rudimentarias. En el sentido que esa historia ideada, pensada y maquinada por unos pocos  (por ellos, los de arriba), obstaculiza que las comunidades puedan digerir de la manera más consiente esas conductas que lo hacen parte de ese conglomerado en el que habita y socializa.

La reproducción en los sistemas educativos sobre esas formas clásicas de hacer historia, impuestas por todo un paradigma científico (positivismo) ha impedido que las historias subalternar puedan exponerse, valorarse, negándole la posibilidad de reindivicar aquellos grupos, personas, que no hacen parte de la elite que manda y dispone, poder ser parte de la construcción colectiva y no determinada de una historia de todos, una historia que nos dirija hacia la comprensión del ¿Por qué? de las representaciones sociales, una comprensión que intente redefinir las transformaciones de la realidad social, en procura de unos cambios que respeten la dignidad humana y la dignidad de sus pueblos, la historia debe hacerse desde la visión de abajo, del pueblo, una visión cargada de sentido común, esencia, esfuerzo y sentimiento, y no una historia deshumanizada con los datos y las fechas, para poder (algún día) dejar de repetir aquellos imaginarios colectivos alrededor de la historia, donde los pueblos siguen tomando las malas decisiones de volverse un lacayo del poder, prohibiéndose la posibilidad de cuestionar, inquietarse sobre un estado de cosas incómodo y perturbador.

Por ello exhorto a quien lea este ingenuo texto de movilizarse, en cada momento de sus vidas, en pro de cuestionar el estatus quo impuesto, cuestionar aquellos discursos e ideas hegemónicas que impiden la plena humanización de lo humano.                                          
 Julian Mazo Bedoya